JOSÉ GUERRERO
El equipo de la Lechuza (JM Guijarro)
José Guerrero – La Mancha
Galería Fúcares, Almagro
Exposición: 13 abril - 29 junio, 2013
En el cuadro El paseante sobre el mar de nubes del pintor Caspar David Friedrich vemos la figura contemplativa de un hombre de espaldas en la cima de una montaña, rodeado de cumbres alpinas que sobresalen entre las nubes, como escollos en el proceloso mar. «Debo rendirme —dice este pintor de lo sublime— a lo que me rodea, unirme con las nubes y con las piedras para ser lo que soy. Necesito la soledad para entrar en comunicación con la naturaleza», para sentirla, podemos decir, en una pasión mística de todos los sentidos.
En contraste con esta mirada romántica, la lejanía y el vacío que hay en el paisaje de la llanura manchega, invita al fotógrafo granadino José Guerrero a despojar el fotograma de toda sensación, a acercarlo al concepto, a la idea, a la quimera que subyace en la serie de fotografías que nos presenta: dos planos opuestos, el cielo y la tierra, unidos —separados por una raya.
La repetición y la seriación minimalista hacen que la textura de la tierra, el color de las estaciones, las formas aparentes de la vida que hay en cada foto, se esfumen como la espuma del mar, fugaces e insignificantes. Lo realmente significativo aquí es sólo el límite del horizonte, la línea en donde todo comienza y acaba. La misma línea sobre la que el autor camina, como un equilibrista, entre la naturaleza poética y la deriva analítica de su particular mirada. Se diluye la pintura material, sensitiva, y queda el dibujo, la geometría de los planos a cada lado de la raya; la abstracción del paisaje en general, una suerte de paisaje metafísico, quieto y duradero, inerte, ¿bello?
Paul Cézanne se acercaba cada día al «motivo» para estudiar la naturaleza y descubrir su estructura interna, su estructura geométrica, analizando cada textura, cada plano de color, cada forma, y componer una copia plena de formas geométricas, con un aroma cartesiano. De ahí el cubismo.
En el trabajo que nos presenta José Guerrero hay, por el contrario, un vacío, un alejamiento recíproco de la mirada y el motivo, y de rebote, del espectador y el paisaje; hay distancia entre el objetivo y el objeto como la que hay entre la cosa y la idea, entre la palabra y la cosa. Dijérase que la mirada con la que Guerrero ve el paisaje rural es una mirada urbana y profundamente moderna, «sin rastro humano e intrascendente» —como decía Ortega y Gasset—, un cierto orden en un cierto juego.
Valgan estas reflexiones subjetivas como una invitación a olvidar toda reflexión previa cuando contemple las fotografías de La Mancha. Disfrute la exposición sin ruido y escuche atentamente el eco que resuene en su interior. No olvide que ningún relato sobre una obra de arte puede suplirla; y que el discurso es siempre tangencial: alcanza si acaso la espuma del proceloso mar.